El pasado sábado 31 de agosto a las 21:30h, la Asociación Folklórica y Cultural Grupo San Isidro celebró con gran éxito el 35º Festival Folklórico «Campo de Calatrava» en el Centro Cultural de Argamasilla de Calatrava. El evento contó con la participación de dos grupos invitados: el Grupo de Coros y Danzas Francisco de Goya de Madrid y el Grupo de Danzas San Rafael-Alcaria de Córdoba, además del grupo anfitrión, la Asociación Folklórica y Cultural Grupo San Isidro.
La representación de este año tuvo un especial significado, ya que se inspiró en un bolillo de novia, una emotiva historia de amor y trashumancia, que fue escrita por José Antonio Molina, quien capturó la esencia de la tradición y los sentimientos que envuelven estas narraciones populares.

El festival, que cada año celebra y promueve la rica tradición folklórica de la región, estuvo lleno de música, danza y color, cautivando al público asistente que disfrutó de una noche única llena de tradición y cultura.
La representación de este año tuvo un especial significado, ya que se inspiró en una representación pastoril: «Un bolillo de novia, una emotiva historia de amor y trashumancia», que fue escrita por José Antonio Molina, quien capturó la esencia de la tradición y los sentimientos que envuelven estas narraciones populares.

La presentación del evento estuvo a cargo de Isabel, quien condujo la noche con gran maestría. Entre los asistentes, se contó con la presencia del alcalde de Argamasilla de Calatrava, que subió al escenario durante el intercambio de obsequios entre los grupos, destacando la importancia de preservar las tradiciones y mostrando su apoyo al trabajo incansable del Grupo San Isidro. «Disfruto mucho presenciando el folklore y seguiré apoyando la labor del Grupo San Isidro para que esta tradición continúe creciendo», afirmó.
El 35º Festival Folklórico «Campo de Calatrava» se consolidó una vez más como un referente cultural de la región, resaltando la importancia de mantener vivas nuestras raíces a través del folklore.
A continuación os compartimos el precioso relato que escribió Jose Antonio para la estampa de este festival:
Un bolillo de novia: historia de amor y trashumancia.
Hay veces que las cosas te buscan a ti porque ellas quieren contarte una historia. Revolver el corazón dormido. Arrancarte una sonrisa de pura melancolía. Y cuando eres vieja, eso te pasa más.
Ayer encontré, o mejor dicho me buscó, un antiguo bolillo de hacer encaje. No es uno más. Es el bolillo más fino, delicado y elaborado de todos cuantos existen: una autentica filigrana. Es un “Bolillo de novia”, esos que hacían los pastores jóvenes con la madera de las raíces de los olivos, a la vera de los rebaños, movidos por la ilusión y el pellizco del amor, con inmensa paciencia, para conquistar a la moza de sus ojos con tan elaborado regalo.
Y este bolillo me hizo volver. Volver allí donde vive el pasado, ese que llena los ojos de recuerdos conmovidos y de lágrimas de alegría el corazón.
Y vi a aquel joven que venía del norte, con una sonrisa entre los dientes y ojos de hierba, rodeado por la polvareda y el rumor que levantan los miles de ovejas, siguiendo, paso a paso, las cañadas trashumantes, caminos ancestrales, veredas: hebras de lana interminables que atraviesan como venas las llanuras infinitas hasta llegar a nuestro cercano Valle de Alcudia.
Movimiento pendular que atraviesa nuestro pueblo y nuestra tierra, de norte a sur, de arriba a abajo, y vuelta a empezar. Huyendo del calor asfixiante meridional en el verano, dejando atrás el severo y gris frío del norte en el invierno, persiguiendo todo el año el sitio donde el pasto es verde, húmedo, fresco… ¡Mejor! para que los rebaños coman.
Hacían noche en el Socorro. El Socorro de las almas, pero también de los pastores, sus rebaños, perros y ovejas. Sí, en el Socorro de nuestra Virgen, en el camino de Almagro, en la cañada entrando al pueblo, yo lo vi. Mi cabeza solo pensaba en aguardar un año hasta volverlo a ver, y la tortura de pensar que nunca volvería a recorrer el camino y quedaría allí, en el norte, para siempre.
¡Y al año siguiente volvió! Y para entonces yo soñaba con ver y vivir de su mano todo lo que un pastor vivía: las praderas inabarcables, los horizontes inabarcables, el aire en la cara, el amanecer de frente en los ojos, el atardecer cargado en la espalda. Esquilar la lana, amamantar a los corderos, ordeñar a las ovejas, hacer y curar el queso… En realidad, lo que quería era estar con él, y su vida me parecía lo más maravilloso porque era la suya.
¡Y ese año volvió! Y lo que nunca pude imaginar, sucedió: el mismo anhelo de mí se llevó el pastor al norte que el que dejó de él a esta moza en Argamasilla. Y durante mucho tiempo talló este bolillo con su navaja, con el miedo de que, quizás, nunca llegaría a mis manos. Pero el bolillo de sus manos a las mías llegó.
Y pasó lo que tenía que pasar: besos de pan, uva y queso, boda, hijos blancos y hermosos como ovillos de lana… Decidimos quedarnos a vivir aquí, y el Trashumante del Norte por echó raíces en esta tierra manchega, pero las ovejas fueron siempre nuestra vida: pastorear, ordeñar, esquilar, hilar, tejer, hacer el queso.
Por eso ahora algo que os tengo que decir: Argamasilla es hortelana, pero también pastora y trashumante. La Mancha es y ha sido siempre tierra de rebaños, los que siempre han estado aquí, fijos, estables, de nuestra oveja manchega, pero también todos esos inmensos hatajos de ovejas merinas que venían e iban (y siguen yendo y viniendo) como esos ejércitos desvencijados que veía nuestro loco Quijote en estas cañadas.
Cañadas por las que iban rebaños y pastores, trabajo y penar, pero también historias, mitos, devociones, cuentos, costumbres… Ilusiones, relaciones, amor en un trasiego tan milenario y tan profundo como manchego y español.
Hay veces que las cosas te buscan a ti para contarte una historia, como a mí el bolillo precioso me buscó. Y hay veces que las historias vienen para que nosotros y nosotras nos encontremos, os encontréis a vosotros mismos.
Hoy la historia de los pastores ha venido a buscaros a vosotros para pediros que no olvidéis nunca nuestras raíces, porque las historias marcan y la tradición es identidad.
Yo no voy a olvidar a mi pastor, pero también os pido que vosotros, pueblo de Argamasilla, no olvidéis esta parte tan nuestra, de nuestro origen: el orgullo humilde de ser lo que fuimos, de ser lo que somos: ¡Tierra de pastores y trashumancia!
