En lo más profundo de la historia, cuando los ecos del Imperio Romano aún resonaban y el mundo visigodo emergía con fuerza, nace El Misterio de Sorbaces, una joya escénica de Puy du Fou España que no solo recrea una época olvidada, sino que la revive con una fuerza visual y emocional absolutamente sobrecogedora.

Este espectáculo al aire libre, ambientado en el año 589, nos sumerge en una historia de amor prohibido entre dos mundos enfrentados: una joven romana y un príncipe godo. Todo sucede en torno a una reliquia sagrada y un milagro que marcará el destino de los pueblos. La narrativa, profundamente inspirada en el descubrimiento real del Tesoro enterrado en las tierras de la huerta de Guarrazar, se convierte en una experiencia sensorial donde historia y espectáculo se funden de forma magistral.

Pero si hay algo que hace de El Misterio de Sorbaces una vivencia inolvidable es, sin duda, el equipo humano que hay detrás. La calidad artística es de otro nivel: actores y actrices que viven cada gesto, cada palabra, con intensidad y verdad. Sus interpretaciones no solo emocionan, sino que nos trasladan de lleno a esa época de cambios y conflictos.

Bailarines… Una fuerza que irrumpe en escena con esa mezcla de belleza y tierra, con pasos que no son solo danza, son raíces que se mueven. Cada gesto, cada mirada, lleva consigo el alma de un pueblo. No bailan por técnica —que la tienen, y de sobra—, bailan por emoción, por memoria, por lo que fueron y por lo que aún resuena en las entrañas de la historia. El folclore se hace cuerpo, se hace fiesta, se hace ceremonia.

Jinetes… qué belleza. Lo que hacen sobre el caballo no se puede explicar, se tiene que ver, sentir. Esos volteos, esas figuras en el aire que rozan lo imposible, son pura entrega. No es solo técnica, es conexión con el animal, con el instante, con el alma. Hay algo sagrado en este equilibrio, algo que te deja sin aliento. Y todo esto genera una emoción que solo se da cuando el arte roza lo salvaje. La coordinación, el riesgo y la belleza con la que ejecutan cada figura es digna de admiración. Cada movimiento sobre el caballo es un poema en acción, una danza entre el ser humano y el animal que despierta grandes aplausos y voces de asombro.

En El Misterio de Sorbaces, todo está cuidado al detalle: escenografía, efectos especiales, música y vestuario. Pero por encima de todo, destaca el alma de quienes lo hacen posible. El resultado es un espectáculo vibrante, épico, profundamente humano… que marca para siempre.
No dudes en visitarlo, no puedes perderte esta experiencia única. Es historia viva, contada con pasión, rigor y un derroche de talento difícil de igualar.
Texto y fotografías por David Gil
